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viernes, 10 de abril de 2020

Lavatorio de los pies.

     Al ser esta Semana Santa la más diferente y atípica que uno pudiera imaginar, internet y tv son la única manera de mantener una cierta presencia de los actos litúrgicos propios de este día. Y fue así, en el seguimiento de una celebración eucarística trasmitida vía youtube desde Roma, que recordé la participación de mi familia en el Jueves Santo de hace dos años.



La cosa fue así:

     El amigo Antonio Angulo, párroco de Peligros (Granada),  frecuenta nuestra casa con regularidad para tomar algún café y charlar un ratillo. Es amigo desde hace bastantes años, muy cercano y de confianza, y desde hace tiempo nos viene pidiendo nuestra participación en algunos actos litúrgicos y/o parroquiales en tiempo de Semana Santa. Llegadas estas fechas sin embargo lo habitual es que nosotros marchemos los días clave a la localidad de Almuñécar, al estar allí parte de la familia durante estos días. El tiempo de solemnidad que le dedicamos al Señor en el Jueves y Viernes Santo, lo solemos pasar allí, y tan solo en ocasiones estamos de regreso en la parroquia de Peligros para celebrar la Resurrección en la noche del sábado al domingo.
     En aquel 2018, sin embargo, su petición de acompañarle se adelantó unas semanas, y poco tuvo que hacer don Antonio para convencernos. Al ser ya la pequeña Marta un poco más mayor, decidimos acompañarle en la eucaristía del jueves, en la que se llevaría a cabo el lavatorio de los pies. A él le hacía ilusión que la familia al completo le acompañásemos en el altar en esta celebración, y para nosotros sería un honor hacerle el gusto en este día tan emotivo.
    Dispuestas así las cosas, tan solo quedaba hacerse presentes el día indicado, es decir, en la celebración de la tarde del Jueves Santo. Una vez personados allí, tan solo debíamos ocupar nuestros sitios en el altar y participar de la celebración. Preparado todo con sumo detalle, pudimos comprobar el grado de entrega de nuestro querido sacerdote y del competente grupo de fieles que le acompañan habitualmente en las tareas pastorales y de acompañamiento en la parroquia. 
    Para nosotros, fue una experiencia familiar preciosa, aunque hubo algún que otro momento de sana tensión porque, como era de esperar, los pequeños Manolo y Marta acabaron haciendo de las suyas...
    En fin, os dejo con una emotiva fotografía del evento... y aprovechamos la ocasión para dar las gracias a don Antonio por contar con nosotros, y al resto de feligreses de la parroquia que siempre nos acogen con enorme cariño. 





viernes, 28 de junio de 2019

¡ Vivan los novios !





    Dicen que hoy en día  la gente ya no se casa. También decimos apesumbrados que hacen falta testimonios, que el mundo está muy mal... pero... ¿no será que nos falta elevar un poquito la mirada?
 
     El pasado sábado Antonio y Marian hicieron lo contrario a lo que marcan las frías estadísticas. Desoyendo  modas y hábitos que arraigan con fuerza en estos tiempos, ellos dijeron SÍ QUIERO. Y lo hicieron “a la antigua”, bajo la fórmula del Matrimonio católico al que hoy apenas se le tiene en cuenta, ni siquiera por la tradición heredada de los padres.
     Antonio y Marian llegaron a la preciosa capilla del Monasterio de la Cartuja cargados de ilusión y con los sentidos puestos en todos los detalles de aquel día tan especial. La ceremonia fue oficiada por un sacerdote de esos que te dejan prendado, no obstante Pedro López Calvo es amigo de la familia desde hace muchos años. También don Antonio García Angulo, muy cercano a los contrayentes y sus familiares, los preparó convenientemente en los cursillos prematrimoniales, y tener a tu lado a curas tan cercanos es toda una garantía.
      Pero eso por sí sólo no basta. Esta pareja enamorada puso sobre todo convicción, decisión, la asunción responsable del compromiso que se contrae entre ellos mismos y ante Dios, con los familiares y amigos como testigos. Y esta actitud se hizo evidente en la mirada de Antonio al ver llegar a la novia, en la sonrisa de Marian al detenerse a la altura de su “casi” esposo, y en los timbres de sus voces al pronunciar las palabras de la ceremonia. Fueron muchos los gestos en los que se percibía el vibrato de un alma que sabe que pisa terreno sagrado y que sabe que ahí, en la Iglesia que le dio el bautismo, va a dar un paso decisivo en el amor. 
     Hoy los felices esposos disfrutan de su luna de miel, mientras familiares y amigos regresan a la normalidad de sus días. Ellos también regresarán y tomarán posesión de su hogar, y comenzarán su andadura juntos por las sendas que marque el destino, pero parten con la mejor de las garantías: la de saberse comprometidos mutuamente. Sus voluntades han optado por atarse, por vincularse inseparables ante todo lo que tengan que afrontar, pues la vida ordinaria irá llenando los días de certezas absolutas que la gente pronto se encarga de anunciar, como si ellos no supieran ya que las dificultades son parte del camino...
      Animo a los nostálgicos del mundo perfecto a que se olviden de utipías ñoñas que esconden cobardía. Por el contrario, animo a quien quiera seguridades robustas a que se armen de valentía en dar pasos como éste que han dado ellos; pasos que también considero válidos en el matrimonio civil, pues suponen anunciar un compromiso entre los cónyuges y ante los demás. Pero sobre todo animo, a quienes tengan la opción de casarse por la Iglesia, a que hagan como Antonio y Marian, quienes no dudaron en abrazar este sacramento que tantas bencidiones reparte...



    Nada bueno llega sin esfuerzo, pero todo puede superarse y fructificar si  construimos la casa sobre terreno firme. Y nada más firme que saberse unidos y acompañados por Aquel que todo lo puede; mediante este sacramento podemos ofrecerle los años venideros, cargados de días sencillos, bajo el beneplácito de Su Divina Voluntad. 
     Enhorabuena pareja. Lo habéis hecho. Ahora, sed felices y dad testimonio.