Entiendo que haya quien piense que esto de orar es absurdo. Si no creo en Dios ¿cómo voy a creer en la oración? Y mucho menos... ¡en milagros! Sin embargo la oración es fundamental para muchísimas personas, y los milagros... existen.
En cualquier caso, avanzar en la fe, normalmente es un proceso paulatino donde la oración no es precisamente lo más atractivo en un primer momento (al menos no todo tipo de oración). Tal vez sí lo pueden ser los milagros o acontecimientos narrados en la Biblia y en Evangelio. De modo que..., paciencia, no se trata de exigir a los demás por el hecho de que nosotros sí creamos. Preocupémonos más bien de, sencillamente, ofrecer las verdades de Fe, y sobre todo de dar testimonio.
Por lo tanto me aplicaré el cuento y simplemente expondré unos hechos:
Hace algunos años, conocí casualmente a una religiosa africana con la que intercambié algunas palabras y a la que entregué unos folletos relativos a la devoción de la Divina Misericordia. En la despedida, cordialmente me dio las gracias y me dijo que si podía hacer algo por mí, de modo que le pedí oración para un niño que estando en avanzado estado de gestación venía con problemas de riñón.
Esta criatura resultó ser mi cuarto hijo y único varón, que presentaba una inflamación grave en uno de los riñones e inicio de inflamación en el segundo. Conocido el problema en el cuarto mes de embarazo, mi mujer y yo nos encomendamos a la oración de abandono confiando en una posible solución cuando naciese el niño, pues ya nos habían advertido los doctores que lo más probable fuese realizar una intervención casi inmediatamente de que el niño hubiese visto la luz de este mundo.
A las oraciones de la hermana Magdalena y las nuestras, habría que sumar otras de algunas personas conocidas, no tanto del ámbito familiar (pues no quisimos preocupar a la familia directa hasta que el niño naciese y viésemos qué pasaba), sino relacionadas con un grupo de oración que mi esposa y yo frecuentamos. El embarazo transcurrió bien salvo por las preocupantes ecografías que mostraban una situación que no mejoraba y que apuntaba a quirófano, y a estas oraciones se sumaron las de las religiosas salesas del convento de la Visitación de María en Granada, así como una circunstancia muy especial que vivimos mi mujer y yo y que de momento deseamos que quede en la intimidad.
El caso es que llegado el 3 de noviembre de 2010, nació Manolo. Su belleza y hermosura fue tal que causó admiración entre médicos y enfermeras, hasta el punto que utilicé su primera foto como portada de un blog que inaguré a los pocos días y que se llama "...de música, belleza y verdad". Mi mujer y yo vivimos el acontecimiento con la alegría de los otros partos, y la circunstancia del problema de riñón no empañó esta ocasión, pues vivimos el embarazo y el alumbramiento con mucha tranquilidad y confianza.
Tras los primeros reconocimientos, llegados ya a la habitación de reposo de la madre, nos extrañó que en apenas unos minutos nos trajesen a Manolo en su cuna, pues esperábamos un diagnóstico de su situación, y tal vez una intervención quirúrgica. En cuanto la pediatra pasó por la habitación le mostramos nuestra extrañeza por este asunto, y, en una llamada nerviosa al centro de control, le informaron de que, como sospechábamos, alguien traspapeló el informe médico, por lo que ella nunca tuvo conocimiento del problema; mostrándose muy nerviosa por esta negligencia y la posible gravedad, rápidamente se llevaron al niño para hacerle un reconocimiento exhaustivo.
Pasados unos treinta minutos, confiados y esperanzados, llegó una llamada a la habitación donde la pediatra nos confirmaba que el niño estaba perfectamente: no había ningún tipo de inflamación o circunstancia anómala en sus riñones, ni tan siquiera signos de haberla padecido; todo ello, teniendo delante las ecografías de pocos días antes, en las que se apreciaba un riñon del doble del tamaño normal por la inflamación, y signos de inflamación en en segundo.
¿Milagro? Para nosotros sí. Para otros, casualmente por algún motivo algo debió acontecer en el parto que liberó los conductos obstruidos, pero... ¿en sólo unos minutos (el parto no llegó a cuarenta minutos) desapareció la inflamación? ¿Así de simple, sin ninguna secuela? Bueno, lo dejo ahí, no soy médico pero habiendo consultado detenidamente el caso con algún que otro doctor, ven muy improbable la resolución "per se" de esta forma tan vertiginosa. En cualquier caso, la palabra "casualidad" es un término muy utilizado como comodín cuando queremos eliminar cualquier vestigio sobrenatural.
El caso, y a lo que voy, es que pasadas unas semanas quisimos que la hermana Magdalena conociese a Manolo y supiese del feliz desenlace. Esperábamos su reacción de alegría, pero recuerdo especialmente las palabras que pronunció al saberlo. En un tono suave, más de confirmación que de sorpresa, sonrió y dijo: "las oraciones escuchadas..."
Es como si la noticia hubiese supuesto para ella la confirmación de que su petición, junto a la de muchos otros, había sido escuchada, pero con la seguridad de que esta escucha era independiente del resultado.
Efectivamente, las oraciones siempre son escuchadas, también las que hacen otros familiares por sus allegados en un hospital, aunque el desenlace a veces sea terrible.
La situación es tan distinta, el contraste tan inmenso, que tendemos a pensar que Dios sólo escucha algunas veces, o incluso que "reparte milagros" de forma aleatoria.
Sin embargo, en el rostro de la hermana Magdalena se reflejaba la seguridad y paz de alguien que se sabe escuchado. Bien es cierto que, como humanos que somos, de vez en cuando necesitamos "confirmar" esa confianza, y nos llena de gozo conocer un favor obtenido, pero lo que verdaderamente da la paz es saberse en manos del Padre, sentir su atención puesta en nosotros aún cuando no siempre obtengamos lo que pedimos.
Él siempre sabe más, sabe lo que nos conviene, y su Providencia contempla siempre el largo plazo, la última resolución que a lo mejor nosotros tardaremos en conocer. La "restauración" de una vida asediada por graves problemas no siempre se consigue de la manera que nosotros creemos, pero Dios tiene sus caminos, siempre mejores que los nuestros aun cuando no lo aparenten, y la forja de la paciencia es siempre necesaria: queremos soluciones ya, inmediatas, y el Señor de los Tiempos marca su propio ritmo.
Por eso, aprender a tratar con Él de forma asidua nos va conformando y acomodando a Su Voluntad. No nos garantiza "nuestras soluciones", pero nos enseña a asimilar Su Paz y hacerla nuestra en medio de las dificultades, y ésto, tan necesario, sólo lo da Él. Es posible que en algún momento conprendamos el porqué de muchos acontecimientos, pero habrá muchos otros que se nos escapen.
Lo importante, y necesario, aunque cueste, es confiar, confiar ciegamente aun cuando toque palpar el dolor y asumir la adversidad. Siempre habrá una llamada de aliento en Su Palabra, en los que tenemos cercanos; si estamos atentos degustaremos la esperanza que nos brindan las cosas sencillas, como ese rojo atardecer, o el sonido de la lluvia, o el rostro de aquel niño.
Y además, cuánto regocijo sentimos en la seguridad de la oración escuchada, y de qué forma tan distinta entramos en una Iglesia o asistimos a Misa, apresurándonos a pedir por tanto y por tantos. ¿No es un privilegio poder pedir por tal o cual persona, por ésta o aquella necesidad, sabedores de que Él siempre nos escucha?
Sigamos pues pidiendo, confiando, con o sin milagros...
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